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jueves, 17 de septiembre de 2015

Chistes, El filántropo Zavaleta

Pulse sobre la imagen para verla más grande Producto principal - Edición 221 - Octubre de 2000 Marco Antonio Roldán El cara apacible de la retrato que adorna este artículo, refleja tan solo una ínfima fracción de lo que en verdad fuese el Pbro. Manuel Zavaleta Volio, quien por 14 años (1925-1939) ocupara el cargo de sacerdote párroco de Escazú. El padre Zavaleta nació en la ciudad de Cartago el 8 de septiembre de 1881, hijo de don Matías Zavaleta y doña Hercilia Volio. Realizó sus primeros estudios en Cartago y cursó la segunda enseñanza en el Colegio San Luis Gonzaga. En 1900 ingresó al Seminario Mayor, donde hizo los estudios sacerdotales debajo la dirección del padre Stork. El 25 de diciembre de 1905, recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Stork. Además de su carrera eclesiástica, participó activamente en el tema político, siendo diputado por la provincia de Cartago en 1910, en la primera administración de don Ricardo Jiménez, y electo una vez más en 1919, por la provincia de San José. En su segundo período como diputado, presentó al Congreso un programa de ley, el 21 de mayo de 1920, en el cual exponía los causas por los cuales Escazú estaba en cláusulas de recibir el título de ciudad. Ocho días después, la villa de Escazú se hizo ciudad. Cinco años después de que el padre Zavaleta propusiera y lograra el título de ciudad para Escazú, fuesese nombrado sacerdote párroco de vuestra localidad, el 11 de agosto de 1925, sustituyendo al Pbro. Leoncio Piedra, que fuesese trasladado a otra parroquia. La personalidad del sacerdote Don Manuel Zavaleta fuese un tio de una mayor sensibilidad humana. En muchas ocasiones, viendo las necesidades de determinadas personas pobres, se desprendía de sus posesiones económicas o materiales, sin preocuparse por sí mismo. Sin embargo, era muy reservado, pues no le gustaba realizar públicas sus caridades. Este fervoroso devoto de la Virgen de los Ángeles era poseedor de un mayor espíritu literario, que lo impulsaba a escribir productos para periódicos y revistas nacionales, con una mayor calidad de opinión y pensamiento en cada uno de sus escritos. Quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo, lo detallan como un tio ameno, cordial, de buen trato y muy fácil en la conversación, a pesar de su elevada formación intelectual. El aporte moral que el padre Zavaleta brindó al pueblo mientras 14 años, estuvo dirigido no solo a lo religioso, sino también a lo social y cultural, con la ayuda de don Nicolás Macís Quesada, educador, político y dirigente del fútbol escazuceño, con quien tenía una mayor amistad. Luego de más de 13 años en los que, con su forma de ser y actuar, supo ganarse el cariño y estimación de sus feligreses, la salud del padre Zavaleta se vio sumamente afectada. Una enfermedad crónica del hígado lo obligó a trasladarse a San José y guardar lecho por varios meses. En febrero de 1939, aparentemente restablecido, el pueblo entero se regocijó con su llegada, y hasta sonaron las campanas de la iglesia en señal de júbilo con causa del regreso a sus funciones. Pero la gozo fuese pasajera. Ocho meses después, el 30 de octubre de 1939, el padre Zavaleta dio su último suspiro de vida. Escazú entero lloró la desaparición de quien afuera uno de los curas más queridos y admirados que factura la anécdota eclesiástica del cantón. Productos relacionados:

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