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conejos

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Animación y diversión, aplicaciones imprescindibles para la “investigación 2.0” (Parte I

Ya he abordado en ocasiones previos la relevancia de los avances tecnológicos en el tema relativo a la ?hechura? de la historia, especialmente a la cada vez más general tarea de digitalización que algúnas instituciones, ya públicas ya privadas, se encuentran haciendo para colocar a disposición del público en común los documentos y obras que conservan y que resguardan con tanto celo en sus instalaciones. De idéntico manera he tratado la evolución de la que en estos momentos somos testigos referente al entrada a la información, monopolizado por organizaciones como JSTOR Todo lo previo requiere, sin embargo, cierto conocimiento de las actuales tecnologías. Desde lo más básico como podría ser la introducción de direcciones en la barra correspondiente de un navegador, hasta el uso avanzado de hardware (como tabletas, smartphones, escaners y otros equipos) junto con funciones específicas de cierto software, como Adobe Acrobat (para convertir imágenes a PDF) o Microsoft Word para PC o Mac, o las famosas ?apps? que se descargan herramientas portátiles como la iPad de Apple o la Nexus de Google y cuya función tienen la de realizar la tarea de la lectura y la edición de documentos más sencilla, rápida y productiva. En los últimos años (especialmente los últimos dos), me he dado cuenta que los historiadores hemos tratado de aprovechar este ?boom? tecnológico que, afortunadamente, ha ido acompañado también de un descenso de los precios para poder adquirir tabletas, smartphones y cámaras no sólo con el meta de darles un uso recreativo, sino para también usar dichos dispositivos como dispositivos de trabajo. No es raro, por ejemplo, descubrirse en cualquier repositorio que resguarde documentos antiguos a un historiador (ya sea uno consumado, o uno dando sus primeros pasos) bebiendo retratos de aquellas páginas que resulten significativos para su investigación. Esto con el objeto de economizar tiempo (no es lo mismo beber una retrato que transcribir folio por folio un expediente completo) y de tener ?casi? el documento original en su poder aunque, claro, en su versión digital. De esta manera el científico social puede llegar a su casa o instituto de trabajo, descargar la totalidad de las ?retratografías-documentos? tomadas en el archivo, y dedicarse tiempo completo al análisis de esa preciada inmaneración, proceso que sería mucho más largo y engorroso de no contar con esas dispositivos informáticas. Pero las ventajas no terminan aquí. Digamos que vuestro historiador tiene que trasladarse frecuentemente y por periodos más o menos largos, y que preferiría aprovechar esos tiempos muertos en el tráfico, o entre una ciudad y otra progresando en la lectura de los documentos fotografiados en el archivo y quiere realizar uso de su tableta o smartphone. Pues bien, tienen lugar aplicaciones que no sólo nos facultan leer vuestros documentos PDF, si no que nos darán la probabilidad de realizar anotaciones sobre ellos. Opciones como poder subrayar, marcar, anotar y, en fin, poder realizar en vuestro documento digital todo lo que haríamos si se tratará de la versión original en papel (es un decir, creo nadie se atrevería a subrayar el original del acta de independencia de México, ¿o sí?) y, por si esto afuera poco, con la probabilidad de sincronizar estos ficheros directamente con los tienen lugartes en vuestros equipos ubicados ya sea en casa, en el instituto de esfuerzo o en ambos, todo con un mínimo esfuerzo. Estas conocimientos, herramientas y aplicaciones han ido haciéndose cada vez más conocidos por la comunidad académica, pero me gustaría profundizar un escaso el funcionamiento de algunos de estos para aquellos que aún no se meten de lleno en esta nueva manera de realizar investigación (aunque en todo caso es complementaria a las maneras tradicionales), puedan incursionar en este terreno y ser más productivos con los herramientas con los que ya cuentan. En primer espacio es muy significativo saber crear, editar y usar los documentos en formato PDF (Portable Document Format), ya que nos permitirán sumar en un solo archivo decenas, cientos o hasta miles de retratos (suponiendo que lo que se persiga es llevar nuestras fotos tomadas en el archivo al dispositivo portátil), o tan sólo fusionar algunos ficheros PDF?s de los documentos que encontremos en los diversos ficheros digitales y que, con frecuencia, se encuentran divididos en algúnas fracciónes para realizar más fácil su alojamiento en los servidores, así como más rápida su consulta y descarga. En mi caso, suelo usar Adobe Acrobat XI, que es una dispositivo excelente pero que tiene un costo más o menos alto. Sin embargo, tienen lugar una serie de dispositivos gratuitas que nos facultan llevar a cabo el mismo esfuerzo sin tener que desembolsar un centavo. Por ejemplo, para fusionar varios PDF?s en uno sólo, puede utilizarse MergePDF, y para enlazar algúnas imágenes en un solo PDF, puede recurrirse a A-PDF. Ambas dispositivos harán el esfuerzo ?online? y abierta de cargos. Ahora lo que nos interesa, las aplicaciones para poder leer y anotar en vuestros ficheros PDF directamente desde vuestra tableta. En este post me centraré en la aplicación GoodReader disponible sólo para el iPad. Puede adquirirse directamente en la App Store y su costo es de $65 pesos, lo que en mi opinión es una ganga para todo lo que te faculta hacer. Una vez que ya hemos descargado la aplicación y poseemos preparados los ficheros que queremos llevar con nosotros y queremos editar aparece la duda: ¿Cómo pasar los documentos de la PC (o Mac o Linux) al iPad para abrirlos con GoodReader? Claramente pueden transferirse de a la forma tradicional, es decir, mediante el cable USB que se conecta a la PC (o mediante WiFi, aunque es más lento) o inclusive enviándonos por correo electrónico los ficheros para despues ser abiertos desde el iPad. Pero como el chiste es usar Dropbox y llevar con ello a cabo una sincronización inmediata de nuestras anotaciones, me centraré en ese aspecto. En primer lugar, hay que permitir el entrada a GoodReader a vuestra cuenta de Dropbox, lo que se logra al presionar el botón ?Add? en la sección llamada ?Connect to Servers? (a la derecha de la interfaz de origen de GoodReader). Se nos pedirá darle un nombre y, cuando lo hayamos hecho, aparecerá en vuestra lista de ?Servidores Web?. En mi caso usé el nombre ?Dropbox? (Imagen 1). A continuación seleccionamos el entrada que acabamos de crear, lo que abrirá una página que solicita las credenciales necesarias para alcanzar a los ficheros de vuestra cuenta de Dropbox (Imagen 2). Después de llenar los campos correctamente pulsamos ?iniciar sesión?, lo que cerrará la pantalla de entrada y nos mostrará a continuación las carpetas y ficheros en un menú a la izquierda de la interfaz de GoodReader (Imagen 3). Imagen 1 ? Agregar cuenta de Dropbox en la sección ?Connect to Server?. Imagen 2 ? Introducir credenciales para entrada de los contenidos de Dropbox. Imagen 3 ? Ventana a la izquierda con los contenidos de vuestro Dropbox. Para sincronizar uno de vuestros documentos, bastará con seleccionarlo y seguir unos escasos pasos. En mi caso, seleccioné la obra de don Francisco Bulnes, El verdadero Díaz y la Revolución que se puede descargar por fracciónes (y por eso es indispensable conocer dispositivos para editar PDF?s) desde la biblioteca virtual del Senado. Como decía, prefieren el documento deseado, seleccionan bajo la alternativa ?Sync? tras lo cual aparecerá un cuadro de diálogo diciéndonos qué realizar para sincronizar los cambios una vez que hayamos terminado de editar vuestro archivo (Imagen 4). A continuación nos pide escoger un folder donde se descargará el documento y, hecha la elección tocaremos el botón ?Download here & Synchonize? (Imagen 5). Aparecerá otro cuadro de diálogo con los parámetros de sincronización, donde se pueden cambiar ciertas opciones. En mi caso, lo dejo tal cual y prosigo al seleccionar el botón ?Sync? (Imagen 6). Imagen 4 ? Selección del documento a sincronizar. Imagen 5 ? Selección de destino del documento a ser sincronizado. Imagen 6 ? Parámetros de sincronización. Imagen 7 ? Elección sobre editar sobre el documento original o sobre una copia. Imagen 8 ? Anotación del documento con distintos posibilidades. Imagen 9 ? Sincronización del archivo una vez terminada la edición. Una vez que la transferencia de datos finalice (lo que dependerá del dimensión del archivo y la velocidad de Internet), podremos consultar los datos actualizados en vuestra carpeta de Dropbox sin gran esfuerzo, y utilizar esos datos para vuestras tareas académicas, como redacción, condensado de datos, tablas o para lo que se requiera. En la próximo imagen se presenta el mismo documento abierto ya en la PC con Acrobat Reader. Vista del documento editado en el escritorio de Windows. Espero esto sirva para introducir a las personas que aún no conozcan el potencial de las nuevas dispositivos que la tecnología pone a vuestra disposición y, para aquellos que ya las usan, probablemente darles a conocer un nuevo método de trabajo. En una acceso futura (la próxima muy probablemente), espero poder revisar una aplicación con funciones muy similares a las de GoodReader pero para la creciente y cada vez más popular (además de más económica) plataforma basada en el sistema operativo móvil Android (Google). El nombre de la app en cuestión es RepliGo Reader, cuesta (al momento de escribir esto) tan sólo $38.16 y funciona tanto con los smartphones como con las tabletas que corren dicho OS. Esto evidentemente aplica no sólo para la investigación histórica, sino para toda una serie de actividades que puedan involucrar el esfuerzo de textos y otros tipos de materiales de forma móvil, con la ventaja de tener esos datos preparados para usarse en la PC o Mac central que utilicemos cotidianamente para trabajar. ¿Usas estas o determinadas otras aplicaciones para tus actividades académicas? ¿Qué te parece esta forma de hacer investigación?

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