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conejos

lunes, 25 de agosto de 2014

Animación y diversión, “Periodismo independiente”, si como “Inteligencia militar” contame otro chiste...

Si hay cosas que son incompatibles en la misma  frase es ?Periodismo independiente?, o como ?Inteligencia militar? y algo llamado Sindicalismo argento por afuera del PJ.  Simplemente no tiene lugar tales cosas. Es increíble que algunos medios, sobre todos del mayor multimedio local, sigan pensando y hablando como si ?Periodismo independiente?, afuera posible, mientas vemos en su pauta, a Laboratorios medicinales, el round up que mata plagas de la soja y a la gente que la siembra,  a petroleras... Como presenta de esto, el conductor, Oscar González Oro que goza de alguna impunidad y conduce el que se considera, de acuerdo a la jamás creíble Ibope, el proyecto más escuchado de la radio. Depresenta a diario que lo suyo es inmejorable. No faltará el que diga que su liderazgo no se puede negar y que, por lo tanto, lo suyo es impecable como si porción tuviera algo que ver con calidad. Probablemente por esa razón se haya animado a decir lo que dijo en una emisora tan oscura como su dueño. Yendo al grano. El martes comentó al aire que estaba recibiendo muchos mensajes de oyentes preguntando por qué no se refería al caso de los hijos adoptivos de Noble y respondió: ? No lo toco por una cuestión de obediencia debida. Esta compañía de medios en la que esfuerzo tomó la decisión correcta o incorrecta, el tiempo lo dirá, de no tocar este polémico y dramático caso hasta tanto no se conozco el fruto de la pericia que va a decidir si los jóvenes son o no hijos de desaparecidos?. En este sentido, Aliverti, plantea algo interesante que sito a continuación. El dichoso Bicentenario convoca a una serie de debates y reflexiones, sobre muy numerosos apariencias del devenir argentino. Y resulta que hasta ahora, al menos en los medios grandes y al momento de escribirse esta nota, no se encuentran repasos que convoquen a pensar de dónde venimos y, con prioridad, en qué punto estamos y hacia cuál marcharíamos los periodistas. En los últimos tiempos el gremio vive una verdadera convulsión. Es así, en esencia, como artículo del feroz enfrentamiento entre el Gobierno y el grupo comunicacional más significativo del país. Lo cual deviene, a su vez, de diversos agentes que no es del caso considerar aquí. Lo que importa es lo estallado. Para beber como referencia el recupero democrático de 1983, que no es un dato precisamente menor de la corta anécdota argentina, nunca había sucedido una cosa así. Hacia dentro y desde afuera, hubo acusaciones e introspecciones que alcanzaron a militares, curas, sindicalistas, dirigentes políticos, empresarios y cuanta fauna desee citarse. Las corporaciones periodísticas, en cambio, jamás fueron tocadas ni se sabe de determinado cuestionamiento que hayan asumido en público; en especial, aunque no únicamente, acerca del vergonzoso papel que jugaron en la dictadura. Hubo denuncias gremiales, congresos de comunicadores y especialistas, libros, montones de charlas y conferencias. Pero nada había logrado quebrar el ghetto de los dueños mediáticos. Hoy sí sucede. Por distintos vías, hay nuevos ?y no tanto? lugares y figuras que se animan a discutir el poder de la prensa sistémica. Y hay que bancársela. Se acabó, o eso parece, la impunidad absoluta de la ?impolutez? periodística. Habrá que continúan liderando el rating televisivo ciertas cloacas de entretenimiento y estrellas execrables, pero eso no es periodismo. Hablamos de lo que es o se pretende como tal. Eso entró en discusión, aleluya. Sin embargo, cabe reconocer que ?como correspondía al haberse revelado inútil cualquier otra forma? entró, digamos, por la ventana. Más allá de fenomenologías novedosas, como la blogosfera y lo internetiano en general, tanto en gráfica como en radio y tevé se produjo una situación de choque demasiado directo en relación con aquello a lo que estábamos acostumbrados. Todo era en extremo modosito, y de golpe saltó la liebre. La ley de medios audiovisuales; la televisación del fútbol estatizada; los hijos de Ernestina; los temores y sobreactuaciones de colegas del corazón multimediático; las arremetidas de otros que hallaron espacio para plantar un discurso alternativo generaron que la situación semeje en primer espacio a un clima de altercados, enconos personales y actitudes defensivas u ofensivas. El periodista se hace cargo de la fracción que pueda tocarle. Se repite: no había forma de que aconteciera distinto, después de años y años de tierra barrida bajo de la alfombra. Pero eso no obsta el intento de que, tal vez, lleguemos a un piso de acuerdo marcadamente mínimo, en torno de cuestiones que a juicio personal resultan muy, pero muy, elementales.... ..una suma de ingredientes conceptuales que confluyen en preguntarnos por vuestra ubicación ideológica, entendida como el modo en que podemos manifestarla según dónde trabajemos. Algunos tienen la fortuna de desempeñarse en medios cuya línea política coincide con la personal, y otros no. Hay también matices entre ambas probabilidades, pero inclusive quienes gozan de lo primero son conscientes de que no siempre podrán firmar cuanto les venga en gana (esto contempla, además, las veces en que sí se puede pero juzgamos que no conviene; porque, como todo el mundo, somos animales políticos, y tensamos si es oportuno decir aquello o lo otro de acuerdo con a quiénes se perjudica o beneficia). Todos conocemos muy bien, en síntesis, que, trabajando donde se desea o se puede, estamos sometidos a una porción de presiones que deben contarse entre las mayores de cualquier profesión que se quiera. Y mucho más, como quedó dicho, cuando las masivos patronales mediáticas se transformaron en emporios con intereses comerciales que exceden, largamente, habitar de la información. En consecuencia, cada periodista se las arregla como mejor le sale. Pero lo que de ninguna forma se soporta más es que algunos o muchos de nosotros simulen actuar en un no-lugar ideológico. Un limbo donde no tienen lugar los mandos corporativos, ni las operaciones de prensa ni los avisadores que auspician al recurso y a los programas, ni las campañas solapadas o expuestas para instalar candidatos electorales ni el sopeso informativo regulado por la búsqueda de publicidad. Nada, no hay nada de eso. Hemos alcanzado el nirvana laboral. Y los únicos dificultades se les plantean a los periodistas que laboran en recursos estatales o sustentados por la pauta oficial, porque los persigue la presión del Gobierno (o bien están a gusto); y arriba usan el aporte dinerario de la ciudadanía para despotricar contra publicaciones, emisoras y colegas del entorno privado. ¿Y éstos cómo se sostienen y cómo cobran? Bueno, por la publicidad. ¿De quiénes? Y, de los laboratorios medicinales; de las gigantes, masivos y medianas empresas agropecuarias; del tramo petrolífero; del financiero; del inmobiliario; del alimentario... ajá. Pero entonces... Entonces es hora de sacarse la careta, porque asimismo no finaliza pagando bien, ni le hace bien a la profesión, insistir con que los monarcas son los padres. Los 200 años nos sorprenden a los medios y a los periodistas como partícipes de una de las más espectaculares revulsiones que se recuerden. Bienvenido sea.

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