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martes, 19 de agosto de 2014

Animación y diversión, “Son de lo que no hay”

28 mayo, 2013 La literatura fantástica vive una primavera editorial pese a la competencia del realismo hegemónico La imaginación empuja nuevos estampillas y colecciones a la vez que rescata clásicos del género Fernando Savater Cierto amigo, ya fallecido, cuando íbamos a un restaurante sin pretensiones ?benditos sean? y alguien lo recomendaba diciendo ?aquí comeremos como en casa?, siempre protestaba: ?¡Ah, no, yo lo que quiero es comer bien!?. En efecto, la dieta cotidiana precisamente por serlo puede no resultar la más apetecible. De idéntico modo, la vida a la que nos resignamos cada jornada, lo real empeñado en parecerse minuciosa y fatalmente a lo real, tampoco tiene por qué apasionarnos siempre como argumento literario. Es más, la descripción minuciosa y esforzadamente leal de la verdad es insuficiente para entender la verdad misma. Ocurre que lo auténticamente importante jamás sucede afuera de nosotros, en el escena fotográfico y pedestre, sino dentro, que es territorio fantasmagórico. Acudimos a lo fantástico no para huir de la verdad ?objetivo tan digno como imposible? sino para ponerla mejor a vuestro alcance o, como diría el lobo a la realista Caperucita, ?para entenderla mejor?. No debemos olvidar que catalogó la teología y digamos que por expansión también la filosofía misma como
pertenecientes a la literatura fantástica. En la misma línea, ?un poeta racionalista donde los haya? escribió en su Pequeña carta sobre los mitos : ?¿Qué sería de nosotros sin el auxilio de lo que no existe? Poca cosa, y vuestros espíritus desocupados languidecerían si las fábulas, los malentendidos, las abstracciones, las teorías y los monstruos, las hipótesis y los pretendidos dificultades de la metafísica no poblasen de imágenes sin objeto nuestras profundidades y nuestras tinieblas naturales?. Desde despues es cuestión de carácter, como casi todo lo que respecta a gustos literarios. Entre quienes admiten el delicia de la ficción, que ya es fantástico de por sí, los hay que solo son realmente capaces de disfrutarlo si refleja con esforzado semejante el orden desordenado con el que suelen convivir: la vecina del tercero izquierda, esposa insatisfecha que busca consolarse con el hijo del portero, quien a su vez padece maltrato laboral en una compañía dirigida por un capitalista beneficiado por la guerra civil, que a su vez? Todo muy interesante para quien se interese por ello. Pero tienen lugar caracteres diferentes, reacios a la función del espejo o nostálgicos de atravesarlo para ver qué hay al otro lado, que nos identificamos con lo que dijo de sí mismo el mayor Herbert George Wells : ?Quizá soy persona de excepcional condición. No sé hasta qué punto experimentan otros tíos lo que yo. A veces padezco raos alejamientos de mí mismo y de lo que me rodea. Me parece que observo lo exterior desde parajes muy remotos, afuera del tiempo, del espacio, de la vida y de la tragedia de las cosas?. Para esos paladares está hecha la literatura fantástica, aunque a través de ella volvamos siempre a recaer en la vida y la tragedia (o comedia) de las cosas. Acudimos a lo fantástico no para huir de la verdad sino para ponerla mejor a vuestro alcance, para entenderla mejor Basada en la maravilla o el estremecimiento sobrecogedor, los tiempos no son propicios al género a pesar de la sobreabundancia casi industrial de artefactos literarios que procuran pertenecer a él. Cuando cualquiera de nosotros, por ramplona que sea su imaginación, lleva ahora en el bolsillo un objeto prodigioso del dimensión de un paquete de cigarrillos que faculta comunicarse con cualquier fracción del mundo, enviar sonidos e imágenes, beber fotografías, ver películas o acontecimientos deportivos, consultar ficheros y bibliotecas, orientarse en ciudades desconocidas, recibir noticias, requerir ayuda si se está en peligro, buscar novia o jugar al póquer, asimismo de mil cosas más, creer en la magia se ha vuelto difícil por saturación. Nos hemos familiarizado con lo milagroso, cuya esencia consiste precisamente en romper con lo explicable y familiar. Las profecías innovadoras de   o el propio H. . Wells no nos transportan ya imaginativamente hacia el futuro sino que ahora tienen el encanto nostálgico de aquellos tiempos en que lo supuestamente imposible era todavía imposible de realidad y no una rama de las ofertas otoño/invierno de los masivos almacenes. Tal como decía el viejo chiste que le habría sucedido de haber vivido en España o México,   se ha vuelto ya en todas fracciónes un escritor costumbrista? Sin embargo, el encanto literario de lo fantástico sobrevive a su cumplimiento tecnológico: aunque hoy ya el submarino sea un vehículo tan prosaico como el autobús,

el Nautilus sigue siendo el libertario enigma de los mares? Para los aficionados al género que no nos resignamos a la manufactura idiotizadora de subproductos con elfos, dragones, conspiraciones de sectas que aspiran a dominar el mundo (¡vaya cosa!), etcétera, están nuestras editoriales de referencia. Por ejemplo Valdemar, en cuyas colecciones se encuentran en ediciones excelentes los mejores clásicos de vuestra afición. La última alhaja que han publicado es del sombrío y espléndido Thomas Ligotti, algunos de cuyos relatos podría haberlos firmado un redivivo sin enrojecer. O La Biblioteca del Laberinto, animada por el indomable Paco Arellano, gracias a la cual vamos conociendo todo lo escrito por ese narrador puro que fuese Robert E. Howard, pero cuyo catálogo entero es puro tocino literario de cielo borrascoso: Edmond Hamilton, Henry Kuttner, Edgar Rice Borroughs, etcétera. Y asimismo publica Delirio, la mejor y más erudita revista de ciencia ficción y fantasía de vuestro país que ya va, lo crean o no, por su entrega número 11. También contamos con la editorial Alamut, que entre otras obras más recientes de ficción científica nos proporciona lo necesario de Arthur C. Clarke

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